Exégesis y bula papal para salmorejos divinos

Pocas cosas hay más típicas y persuasivas tanto a la vista como al paladar y las tripas como ese Salmorejo Cordobés refrescante y ciertamente vigorizante que desde no más de tres o cuatros siglos, cuando el tomate estaba en sazón, llegaba a la mesa del pueblo llano y es que el tiempo del tomate auténtico es también el tiempo del calor verdadero

Tomates madurando

Tomates madurando

cuando el cuerpo y el ánima necesitan solazarse y refrescarse en uno de esos gazpachos cremosos, serios y pontificales, salmorejos que la literatura celebra y que en Córdoba cantan los poetas locales pero que suelen mancillar algunos cocineros en esparcidos por la geografía urbana, y mientras más turística peor. Y es que un salmorejo de recibo precisa una buena cantidad de tomates y de aceite además de algo de pan que le de algo más de consistencia a la pulpa del tomate. Como tomates y aceites son caros y el pan puede ser de sobras, nos encontramos muchas veces con una pasta de pan tintada con tomate y poco más que una espiral de aceite a guisa de adorno. En fin, esta truculencia parece que va desapareciendo, será por aquello de que como ‘en el pecado va la penitencia’ a muchos se les habrá quedado un día y otro el samorejo en la olla por mor de clientes que no quieren volver a tropezar en la misma piedra y, pese a todo, aún persisten salmorejos mancillados con la excusa de que cada cual tiene su receta.

Como decíamos el salmorejo prosperaba más bien en las mesas sencillas estando por supuesto desterrado de aquellas de señoritos, caciques y tripudos abades y canónigos. Pero la excelencia de su comer y la sencillez de su fórmula no tardaron en auparlo hasta a las mesas episcopales seguramente por bula papal del pontífice reinante en la época. Leer Más